Cuando pensamos en medusas, es común imaginar picaduras, urticaciones y cierto respeto (o temor). Sin embargo, en el mundo del buceo, aprender a convivir con ellas es parte de la experiencia y nos enseña mucho más que solo biología marina: nos enseña respeto, adaptación y asombro.
Las medusas existen desde hace más de 500 millones de años, mucho antes de que los humanos siquiera soñaran con explorar el océano. Su cuerpo, compuesto en su mayoría de agua, flota al ritmo de las corrientes, siguiendo un ciclo vital sencillo pero perfectamente adaptado.
Como buceadores, somos visitantes temporales en su hogar ancestral.
Durante una inmersión, encontrarse con medusas puede ser una experiencia mágica o desafiante, dependiendo de la especie y de cómo reaccionemos. Hay lugares, como el famoso Lago de las Medusas en Palau, donde se puede nadar entre miles de medusas doradas sin riesgo de picaduras. Pero en otros escenarios, como el Mediterráneo en verano, especies como la Pelagia noctiluca obligan a extremar las precauciones.
La clave está en observar sin invadir: movernos con calma, mantener una distancia prudente y no intentar tocarlas, aunque la tentación sea grande.
Los cambios en el clima, la sobrepesca y la contaminación han provocado en muchos mares un aumento de las poblaciones de medusas. Si vemos más enjambres en nuestras inmersiones, no es casualidad: es un mensaje del ecosistema que debemos aprender a interpretar.
Como buceadores responsables, nuestro papel también es ser conscientes de cómo nuestras actividades humanas impactan los océanos.
Nadar junto a medusas nos recuerda algo fundamental: No todo en la naturaleza es para ser conquistado o manipulado. A veces, la mejor forma de interactuar es simplemente flotar, observar y dejarse maravillar.
En la cohabitación con las medusas, aprendemos sobre paciencia, adaptación y respeto hacia formas de vida radicalmente distintas a la nuestra, pero igualmente esenciales para el equilibrio del planeta.
En 2006, en Irlanda, millones de medusas invadieron una granja de salmón, matando más de 100.000 peces en cuestión de horas.
En Japón, la medusa Nomura (del tamaño de un refrigerador) causa tantos problemas a la pesca que han creado programas para cazarlas.
Un grupo de freedivers exploraba un arrecife cuando se topó con lo que describieron como un “muro viviente” de pequeñas medusas. Estaban tan densamente agrupadas que no había forma de esquivarlas. Para pasar, tuvieron que nadar lentamente, controlando su respiración para no agitarlas. Aunque la mayoría eran inofensivas, algunos buceadores salieron con ligeras irritaciones en la piel, ¡pero también con fotos increíbles!
En la costa de Japón, algunos buzos han tenido encuentros con medusas Nomura, enormes como una nevera y pesando hasta 200 kilos. Imagina estar a 10 metros de profundidad y ver acercarse una criatura tan grande como un coche pequeño, moviéndose en silencio. No son especialmente agresivas, pero su tamaño y los tentáculos urticantes hacen que haya que maniobrar con mucha calma y respeto.
En zonas como las Baleares (donde buceas tú también), hay épocas en que las corrientes traen enjambres de Pelagia noctiluca (la medusa luminiscente). Un instructor contaba que, en una inmersión nocturna, encendieron sus linternas y de repente el agua se iluminó de puntos violeta brillantes: ¡eran cientos de medusas fluorescentes! Fue un espectáculo precioso, aunque acabaron el buceo un poco antes para evitar picaduras.
En este lugar increíble en Micronesia, hay un lago marino aislado lleno de millones de medusas doradas que han perdido su capacidad de picar. Los freedivers y snorkelers pueden nadar entre ellas como si flotaran en un sueño. Es uno de los pocos lugares del mundo donde puedes tocar medusas sin miedo.
Si ves medusas cerca, no hagas movimientos bruscos. Nada despacio y observa la dirección de la corriente para anticipar sus desplazamientos.
Un traje de neopreno, incluso fino, puede proteger gran parte de tu cuerpo de contactos accidentales. También puedes llevar guantes ligeros y escarpines.
Algunas medusas pequeñas o aparentemente transparentes también pueden picar. Mejor admirarlas sin contacto físico.
Si ves un “bloom” muy concentrado, es más seguro cambiar ligeramente de rumbo o ascender/sumergirte para rodearlo.
Mantente atento a tus compañeros de inmersión. Una picadura en el rostro, cuello o zonas sensibles puede necesitar ayuda inmediata.
Infórmate antes de bucear sobre las especies de medusas comunes en la zona. Algunas son inofensivas, otras requieren más precaución.
Especialmente si buceas desde barco. Vinagre, agua salada (¡nunca agua dulce!) y pinzas para retirar restos de tentáculos pueden ser muy útiles.
Realizar un curso como el DAN HMLI (Hazardous Marine Life Injuries) te prepara para reconocer diferentes tipos de lesiones causadas por fauna marina y actuar correctamente en caso de emergencia. Una formación esencial para cualquier buceador responsable.